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Gabriel Gómez Yagüe

Las 10 formas de elegir MAL los estudios

Os dejamos este interesante artículo del psicólogo Alfonso Alcántara @yoriento. Mediante un humor ácido nos puede hacer reflexionar sobre distintos errores que podemos cometer al tomar decisiones académicas.


Hay formas de elegir estudios que sean seguras? ¿Qué estudiar? ¿Por qué estudiamos lo que estudiamos?


¿Por qué hacemos tanto por acumular títulos?


¿Y por qué hacemos tan poco por elegir los estudios de forma más razonable y por tomar mejores decisiones profesionales?


En este artículo, no voy a contarte cómo tomas buenas decisiones académicas, al contrario, voy a detallar las 10 formas de elegir mal los estudios.


En alguna ocasión he resaltado la mala práctica que implica ofrecer consejos no solicitados por parte de los supuestos expertos en orientación y coaching.


Generalmente las personas ya sabemos lo que tenemos que hacer, lo que pasa es que no lo hacemos. Decirle a alguien cómo vivir o qué NO estudiar cuando ya lo ha decidido, cómo mínimo, es de mal gusto. La precarización del mercado pone las cosas difíciles a los trabajadores, incluidos aquellos cuya formación académica está sobreofertada y que están obligados a subemplearse aceptando salarios bajos.


Ya sabemos de antemano que algunas titulaciones pueden ser pasaportes laborales para viajes con poco glamour y, a pesar de ello, las seguimos cursando. Y esta regla puede hacerse extensiva a muchos ámbitos de la vida. Eso sí, las quejas y lamentos posteriores sobre lo malito que está el mercado de trabajo vienen de serie. Equivocarse no es el problema en sí. Las complicaciones aparecen cuando uno se resiste a aceptar la responsabilidad de las decisiones tomadas y a afrontar de forma racional sus consecuencias, síndrome conocido como apechuguitis.


Y es que, tras años de estudios y expectativas, cualquiera se pone a hacer autocrítica. ¿Acaso el saber popular no hace lustros que viene confirmando que más vale fontanero en casa que historiador opositando?


Esa sobrevalorada leyenda urbana de que cada uno de nosotros tenemos una supuesta vocación a la que debemos seguir cual canto de sirenas, es un bulo como lo de la media naranja. Lo importante siempre es el zumo. Y hay muchas formas de exprimirlo.


El sistema es como es, más que imperfecto, pero nosotros somos como somos, animales de costumbres tozudos con la realidad y exigentes con nuestros deseos. Pero en fin, ya que se trata de cometer errores y de echarle la culpa a lo-dura-que-es-la-vida-y-yo-sin-saberlo, pues coño, vamos a hacerlo con elegancia y aplomo siguiendo a pies juntillas alguna de las 10 formas más seguras de equivocarse una o más veces en la elección de una titulación profesional.


Yo caí en la primera (como casi todos), y también en la tercera. Cuéntanos cómo te equivocaste tú.

LAS 10 FORMAS MAS SEGURAS DE ELEGIR MAL LOS ESTUDIOS UNA O MÁS VECES


(Nota: Cualquier parecido con la realidad de las situaciones descritas en este artículo es pura coincidencia. O no)


1. NO TE INFORMES SOBRE TODAS LAS ALTERNATIVAS POSIBLES


Llevas ya muchos años estudiando y ha llegado el momento de entrar en la universidad. Como muchos de tus compañeros, casi lo único que sabes hacer es aprobar exámenes y no tienes nada claro cuáles son tus intereses profesionales. Tal vez crees que te gustan los niños y la educación, o que no se te dan mal las matemáticas, los idiomas o la informática. Pero nunca te has planteado en serio tu futuro laboral, no has solicitado orientación profesional, ni conoces todas las alternativas ocupacionales que existen.


Recuerdas a un orientador que dio una charla en tu instituto que dijo que había 200 especialidades de FP, pero tú quieres ser universitario y crees que más o menos ya conoces las licenciaturas y diplomaturas que hay, al menos las más “normales”. Seguramente, te sorprendería saber que hay más de 3000 estudios en diferentes universidades. Pero tú no necesitas tanta información.


2. PIENSA EN TÍTULOS Y EN ESTATUS, Y NO EN TAREAS Y PROFESIONES


Te gustan las series Anatomia de Grey, y el Doctor House te pone, así que quieres hacerte médico/a. La sangre te da mal rollo, y tú eres más de letras, pero seguro que habrá alguna especialidad en la que no tengas que cortar ni coser a la gente. El médico de familia que te atiende en el centro de salud no está más de 3 minutos contigo, la cosa no puede ser tan difícil. Ser abogado defensor también sería chuli, “protesto, Señoría, mi cliente es inocente”. No tienes ni idea de las funciones reales ni de las exigencias del mundo de la abogacía, pero será parecido a lo que sale en la tele. Supones que con estudiar unas oposiciones y conocer las leyes será más que suficiente. Y si no, informático, siempre con tu ordenador portátil en aviones de acá para allá solucionando problemas.


No se te ocurre que si no planificas bien puedas pasarte el resto de tu vida picando código. O profesor, porque aunque tú no tienes ni idea o nunca te ha interesado la psicología conductual lo más mínimo, ni sabes cómo trabajar conflictos con adolescentes y familias, tampoco crees que la cosa sea tan complicada. Además, tienes muy buena mano con tus sobrinitos, y te ves como un maestro/a bondadoso dando clases magistrales. En fin, que sea lo que sea, antes ser y parecer un titulado universitario que un vulgar electricista de la FP.


3. ESTUDIA LO QUE TE PILLE MÁS A MANO


No te planteas estudiar fuera de tu ciudad, ni mucho menos trabajar. Y del extranjero, ni hablamos. La movilidad geográfica no está hecha para ti. Como en España, en Córdoba, en Andalucía o en…, en ningún sitio. Vas a decidirte entre las alternativas que tienes más cerca, rechazando otras posibles opciones por lejanas o simplemente por desconocidas (ver punto 1). El amor de cercanías te hará elegir, seguramente no a alguna de tus medias naranjas, sino a aquella que cae más cerca del árbol sobre el que estás recostado. Estudiar en las universidades locales o más próximas al domicilio de manutención familiar y al del novio/a y amigos/as, sólo por ser locales o próximas es uno de los errores más frecuentes. Pero seguro que tú no lo cometes.


4. HAZLO POR TUS PADRES. O POR TUS COLEGAS


Tus progenitores no pudieron llegar a la universidad, ni siquiera terminaron la EGB. Por eso te educaron para que hicieras una carrera y vengaras su afrenta como es debido. No importará la titulación que elijas, todo el mundo acaba encontrando trabajo tarde o temprano; tampoco el dinero ni el tiempo que tengas que dedicarle, Dios proveerá; ni que vayas renqueando en los estudios con triste mediocridad, total, ya aprenderás cuando termines. Lo importante es ser licenciado. Y la familia es lo primero. Sé un buen hijo.

También puede ser que todos tus amigos vayan a la uni y tú no quieres ser menos. ¿Qué sería de tu vida sin ellos? Tantos botellones entrañables, esas luchas con la Wii, los campamentos y las convivencias, conectados a todas horas por Messenger, SMS y Twitter para contaros todo, las discotecas de tarde a la que os llevaban y traían vuestros padres, las discotecas de noche… Todo eso que te gusta compartir con tu cuadrilla podrá seguir en la universidad si estudiáis lo mismo. La carrera es lo de menos, y el futuro ya se irá viendo. Lo importante es la amistad.


5. ACABA SIEMPRE LO QUE EMPIEZAS


Tras el primer o segundo año de licenciatura has comprobado que la cosa no es como imaginaste, que algunas materias te resultan imposibles o que la mayoría te interesan bastante poco. Incluso has llegado a pensar que te has equivocado. Viste el anuncio ese de Cocacola en el que el que decían “fuerte ese aplauso a la que dejó abogacía en 5º año para empezar Veterinaria, vamos, así, aplaudamos bien fuerte a todos los que prueban en la vida, ¡si señor!”. Menos mal que eres una persona razonable y sabes que lo mejor será terminar. Total, sólo te quedan 3 o 4 años. ¿Cómo vas a cambiar ahora? Tú familia se lo tomaría fatal, tendrías que dar muchas explicaciones, y ni siquiera tienes claro qué otra cosa podrías hacer. Ya que has empezado, acaba. Venga, que una vez que tengas el título seguro que se abren muchas puertas.




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